lunes, 3 de marzo de 2014

¿Quién va a representar a los intereses del pueblo frente a la Troika?

En las últimas semanas se están produciendo acontecimientos trascendentes en la arena política a medida que se acercan las elecciones europeas; la plataforma Podemos aparece como competidora de IU para capitalizar el voto de castigo hacia el sistema, la propia IU cierra su lista electoral, el PSOE intenta ponerse la careta de fuerza progresista de nuevo (hay que ser idiota para tragárselo), y por si no tuviéramos suficiente, Jean Marie Le Pen irrumpe en nuestras pantallas en horario de máxima audiencia con un discurso populista directo al corazón de la clase obrera.

Al ver a esta tipa por televisión recordé un programa de la Tuerka en el cual Jorge Vestrynge afirmaba que estaba por ver quien sería la izquierda del siglo XXI en Francia, ante esta pregunta el resto de tertulianos se quedaron sorprendidos, porque es evidente que un partido como el Frente Nacional nunca podrá representar a la izquierda. Pero si transformamos la cuestión en términos sociales cobra todo el sentido del mundo, ¿Quién va a representar a la (descompuesta) clase obrera en España en el siglo XXI?

Sin duda, la pregunta está en el aire y más viendo el avance de los partidos de extrema derecha en Europa y la incapacidad de la izquierda de resolver los problemas de la gente. Los pueblos de Europa se ven desprotegidos ante la tiranía del poder transnacional de la Troika, que exige más y más sacrificios en aras de la sagrada competitividad. Los salarios bajan, las condiciones de vida se degradan, el consumo se hunde, aumenta el desempleo, la recaudación estatal disminuye lo cual sirve como pretexto para el desmantelamiento ideológico de los servicios públicos.

Ante esta situación hace falta una respuesta contundente, un movimiento popular (y nacional) que recupere la soberanía para el pueblo y ponga freno a la sangría social provocada por el neoliberalismo salvaje en su versión eurofanática. Izquierda Unida afrontó estas elecciones con un objetivo político acertado: Unir a las fuerzas populares para frenar las políticas de la Troika. El proceso por el cual se ponía en marcha este objetivo no ha llegado a la altura de lo esperado.

Sería un error no admitir los puntos positivos del proceso, la incorporación e CHA, Anova e ICV a la lista es positiva en un momento en el que la suma de fuerzas es más necesaria que nunca, pero insuficiente, sobre todo teniendo en cuenta que el acuerdo programático es débil, en tanto que ICV ni tan siquiera compartirá grupo parlamentario con IU (prefieren irse a Grupo Verde, cercano al establishment de la troika). No converger con Podemos tendrá unas consecuencias aún pendientes de medición a tenor de los resultados electorales, aunque la plataforma de Pablo Iglesias merece un punto aparte.

Una causa directa del fracaso a la hora de conformar la tan anhelada candidatura popular contra la Troika ha sido la propia estructura de IU, las cuotas de poder internas que minan su funcionamiento y la alejan del pueblo al que ha de defender. Cuando se habla de nombres concretos para elaborar listas se piensa más en equilibrio interno, en que cada facción/federación tenga su ''parte del pastel'', que en las necesidades políticas del momento. El mayor ejemplo de este desacierto son las cabezas visibles de la propia candidatura, Willy Meyer y Marina Albiol. El primero un político con mucha experiencia, muy trabajador (él solo ha presentado más propuestas en el parlamento europeo que todo el grupo parlamentario del PSOE en la última legislatura), pero incapaz de ser un candidato que genere entusiasmo y con el que el pueblo pueda sentirse identificado. En cuanto a Marina Albiol, es una militante a la que no se le conoce otra ocupación que la militancia, vamos que según la información que tengo disponible nunca ha estado a pie de tajo, con lo cual tiene un aroma a la de figura político profesional que tan defenestrado está por la sociedad, y por mi propia opinión particular. Caso aparte es la acertada elección de Lara Hernandez como número 5, precisamente porque es una más de los millones de jóvenes españoles en el exilio, de las trabajadoras precarias sobrecualificadas para su puesto de trabajo. Sufre nuestros tormentos, pero por desgracia ¿Qué porcentaje de electores conoce a la nº5 de una lista electoral? Apenas nadie.

Igual de grave, o incluso más, son las propuestas ilusorias que claman por una UE distinta. La UE es un entramado institucional imperialista al servicio del capital, y desde sus estructuras políticas no hay margen de maniobra, cualquier iniciativa que se salga de la tiranía impuesta por la troika será ahogada de forma democrática o mediante un golpe de estado encubierto en forma de asfixia económica. No hay que remontarse muy atrás en el tiempo para recordar la campaña de miedo y extorsión que sufrió el pueblo griego para que no eligieran como partido de gobierno a Syriza, la coalición de izquierdas contraria a las medidas de ajuste que están desangrando su país. Es difícil pronosticar que efectos tendría en nuestra economía salirse del Euro y romper con las directrices europeas, algo que quizás no puede prefijarse de antemano y sea una decisión que haya que tomar con cautela para evitar el ataque de los tiburones financieros a nuestro país. Lo que está claro es que dentro de la moneda única nuestra soberanía nacional está secuestrada bajo las órdenes de la Troika, y no se podrán tomar las medidas necesarias para cambiar el rumbo del país. Un gobierno sin margen para dictar las políticas presupuestarias, fiscales y monetarias, es un gobierno incompetente. Otra Europa es posible, pero otra UE no, o al menos no lo es con la actual correlación de fuerzas.

La candidatura de Podemos surge de las carencias de IU, y en un primer momento me pareció muy positiva porque propugnaba cambios necesarios dentro de la izquierda. Para empezar, entender que la izquierda no es tal si no es pueblo, las etiquetas no sirven de nada si el pueblo no se identifica con ellas, con lo cual es necesaria cierta transformación de los conceptos si esta ayuda a nuestros objetivos políticos. Lo importante es hacer palpable la contradicción entre el pueblo, entre la población trabajadora y precaria, y entre las élites políticas y económicas que nos imponen desde todos los poderes sus medidas de recorte social y degradación del mundo del trabajo. Los símbolos clásicos de la izquierda pueden llegar a ser contraproducentes, más en un país en el que fuimos históricamente derrotados por la oligarquía y su brazo político franquista.

Por otra parte,  Pablo Iglesias es de las primeras caras visibles que habla de patriotismo en la izquierda sin ruborizarse, precisamente sin los complejos de fuerza derrotada de los cuales son presos los partidos y el movimiento en general. Y esta cuestión es principal, porque en un contexto en el que la conciencia de clase está difuminada, y la sociedad en general sufre una grave crisis de identidad, hay que recuperar la identidad nacional (respetando la pluralidad de España) como contraposición a las élites apátridas de la UE y de los políticos del régimen que venden la soberanía nacional. Sí apoyamos a los procesos progresistas de Latinoamérica, procesos patrióticos todos ellos, no debiera dar tanto rubor predicar con el ejemplo.

A pesar de sus aciertos de fondo, sus formas son un tanto discutibles, como el hecho de proponer unas primarias abiertas en las que habría una competición desigual dado que el partiría con una ventaja abismal dada su constante presencia en los medios de comunicación. Además, resulta contradictorio denunciar que un 15% de votos para Izquierda Unida no son suficientes, que hay que aspirar a ser mayoría, y continuar adelante con una candidatura teóricamente minoritaria. Es decir, si el 15% de votos para IU no es suficiente, más inservible será un 15% dividido en dos fuerzas electorales distintas.

 Algunas declaraciones suyas no tan conocidas como sus apariciones mediáticas (miren en Youtube el clasismo progre de Pablo Iglesias) tienen un tufo a elitismo muy contradictorio con su pretendido nacional-populismo, y nos hacen recordar que la iniciativa, aunque muy interesante en lo discurso, viene de círculos de izquierda compuestos por personas ''de una clase mucho más alta que la mía'' (no en todos los casos, ni mucho menos). Y eso le da unas limitaciones evidentes.

Y ante este panorama con más sombras que claros, en el conjunto de Europa avanza la derecha populista ofreciendo un proyecto político más contundente que el de la izquierda, con recetas claras. No descubro nada si digo que el Frente Nacional francés bebe del desencanto con los partidos socialista y comunista y su incapacidad para plantear alternativas al neoliberalismo. Más allá de sus deplorables propuestas sobre limitar la inmigración dentro de las fronteras de la propia Europa, Marie Le Pen habla claro sobre la necesidad de un estado fuerte, sobre la protección de los trabajadores (nacionales) frente a la rapacidad del capital, y en la entrevista con La Sexta ayer en concreto, habló sobre las nefastas consecuencias que ha supuesto la asunción del Euro como moneda única con una contundencia que ojalá utilizasen algunos dirigentes de la izquierda. Por suerte, la extrema derecha en España está lejos de disputar a la izquierda una alternativa nacional y popular, pero si la izquierda no comienza a construirla, tarde o temprano aparecerá en forma de mounstro, con los horrores del nacionalismo agresivo e imperialista que ha producido las mayores calamidades de la historia humana.