lunes, 21 de mayo de 2012

Desigualdad social y recortes en educación


La educación es uno de los pilares básicos de la sociedad, no hace falta ser un científico ni un académico para darse cuenta de su vital importancia. El sistema educativo es una proyección de la sociedad del futuro, la organización del mismo configura las habilidades y actitudes de las alumnas hacia un tipo de actividades u otras, se puede fomentar que surjan nuevas generaciones formadas, capacitadas para el manejo de las nuevas tecnologías y el conocimiento de las herramientas necesarias para una adaptación cualificada en la economía del conocimiento y la información, o se puede apostar por una formación de baja intensidad, un sistema que actúe como fábrica de trabajadoras precarias, poco cualificadas, condenadas al segmento del mercado laboral con mayores índices de paro y temporalidad, bajos salarios y constante rotación en los puestos de trabajo.

Según mi análisis, el modelo educativo que el pensamiento dominante neoliberal que se viene implantando en España en los últimos años es un híbrido entre ambos, ser encauzado hacia una vertiente u otra depende fundamentalmente de la procedencia social de las alumnas, fundamentalmente del origen socioeconómico, aunque también del origen étnico. Como dijo el sociólogo Pierre Bordieu “El origen social define las posibilidades de escolarización, determina los modos de vida y de trabajo completamente diferentes, es el único factor cuya influencia irradia en todas las direcciones…comenzando por las condiciones de existencia”. El gasto educativo por hija se multiplica a medida que los padres poseen mayores ingresos y  titulaciones académicas de mayor cualificación, siendo uno de los capítulos de gasto familiar que más diferencias presenta entre los distintos estratos sociales. Por otra parte, las hijas de padres con mayor capital cultural reciben una educación informal, que a pesar de no ser tan fácilmente medible, otorga a sus descendientes una mayor predisposición a hábitos que contribuyen al éxito escolar, como la lectura, o el interés por determinadas obras científicas y artísticas.

El  actual modelo educativo español condena a las hijas de las personas de las clases populares y trabajadoras a una desigualdad perpetúa, ya que no sólo no establece mecanismos para limar el déficit cultural que puedan tener con respecto a las hijas de personas de estratos sociales más altos, sino que aumenta la brecha, quedando configurado como un sistema dual. Un sistema privado-concertado para los descendientes de las clases altas y medias-altas, (potenciado a base de exenciones fiscales para los padres de los alumnos, o de regalos urbanísticos para los promotores de este tipo de centros) en el cual se ofrece a las estudiantes una educación basada en un alto nivel de enseñanza de lenguas foráneas y una inversión tecnológica por alumno elevada (de tal forma que se adquieren  las competencias más requieren las empresas para los puestos de trabajo con cierto grado de cualificación, idiomas e informática). Esto implica un relego de la educación pública a un segundo plano, una educación pública encargada de formar ciudadanas de segunda, masificada (sólo hay que ver el aumento de ratios hasta 30 alumnos por clase en secundaria, 36 en primaria y ¡42! en Bachillerato) y con medios menguantes, con un reciente recorte de unos 3.000 millones de euros a nivel estatal y superior a 200 millones de euros sólo en la Comunidad de Madrid.

La paulatina degradación de la educación pública es algo premeditado, ejecutado desde una clara visión política e ideológica y acelerada bajo la coartada de la crisis. El resultado es una educación ‘guettizada’, concebida como un servicio mínimo para las clases populares entre las que destaca un alto porcentaje de inmigrantes, sectores que por su nivel de renta no pueden permitirse el coste de centros privados. Con ello se fomenta que las rentas medias inviertan los cada vez menores excedentes presupuestarios domésticos en pagar centros privados y concertados a sus hijas. Las consecuencias sociales de este hecho son enormes, se pretende construir una clase media que aspire a la posición social de las clases dominantes, sometiéndola a enormes sacrificios presentes que teóricamente se derivarán en un ascenso social futuro (algo más que discutible viendo las perspectivas socioeconómicas de mi generación), de tal forma que ideológicamente se cree una alianza entre rentas medias y altas para perpetuar el sistema, rompiéndose el modelo progresista por el cual los servicios públicos son dotados de una calidad puntera que atrae no sólo a los sectores populares, sino a sectores de mayor poder adquisitivo,  creándose un efecto nivelatorio entre los distintos estratos sociales, que si bien no corrige las deficiencias de un sistema como el capitalista, basado estructuralmente en la polaridad social, las atenúa, ofreciendo una mayor igualdad de oportunidades a las personas procedentes de los estratos más desfavorecidos.

Las titulaciones y los centros de estudio con mayores conexiones con las estructuras del poder económico y político están en manos privadas, de tal forma que garantizan la reproducción social y el mantenimiento de los privilegios de las clases dominantes. Escuelas de negocios, cursos de idiomas avanzados, masters enfocados a la dirección y la administración del sistema productivo, grados de FP con un alto grado de carga tecnológica, son ejemplos de las titulaciones que garantizan una posición social alta. Para las alumnas con sus progenitores en paro o con trabajos poco cualificados, acceder a este tipo de formación es prácticamente una quimera, y más cuando entre los recortes educativos también se reduce el sistema de becas, que lejos de ser suficiente, constituye un importante mecanismo de compensación para aquellas alumnas talentosas y sin recursos.

Unos recortes que también plantean una importante subida de tasas en la Universidad Pública, y que ponen en peligro uno de los mayores logros sociales de España. Las luchas populares no sólo trajeron un régimen democrático ( con las limitaciones que observamos cada vez más a menudo) al país, sino que obligaron al Estado (tradicionalmente gobernado por la oligarquía que financió y organizó la dictadura fascista) a recuperar el tiempo perdido en el desarrollo del Estado de Bienestar, de tal forma que aumentó el gasto público en educación, y en cuestión de escasas décadas se pasó de un país con una tasa de licenciados universitarios exigua a un nivel porcentual equiparable al de los países económicamente más desarrollados de Europa Occidental. La victoria de los sectores populares se podía objetivar en el hecho de que muchas personas de la nueva hornada de licenciados procedían de familias mayoritariamente compuestas por obreros con ocupaciones basadas en el trabajo manual.

La subida de tasas, estimada aproximadamente en un 60% supone un freno para la matriculación de personas con pocos recursos, algo que se ve agravado en el caso de las alumnas que por necesidades económicas o de otro tipo no puedan dedicarse a estudiar a jornada completa, ya que el nuevo sistema de tasas penalizará de forma severa a aquellas estudiantes que se matriculen por segunda y sucesivas veces en una misma asignatura. Obligan a sacarse la carrera en los años estipulados y en primeras convocatorias, olvidando premeditadamente que en el rendimiento escolar no solo influyen factores de mérito y esfuerzo personal, sino también factores estructurales. En lo que se refiere a los estudios de postgrado, la brecha social aumentará enormemente, si  los masters y titulaciones similares eran ya ocupados mayoritariamente por personas de rentas medias-altas y altas (a mayor nivel de ingresos mayores posibilidades de alargar la vida académica), esta situación se agravará, ya que los precios de los mismos (altos de por sí) se quieren duplicar.

En conclusión, nos acercamos a un sistema que plantea una clara polarización social, un modelo regresivo que supone un retroceso de décadas en el sistema educativo español. La movilidad social, el ascenso personal de cohortes procedentes de las clases populares hacia clases medias y medias-altas fue uno de los mayores elementos de legitimación de los estados occidentales de la segunda mitad del siglo XX, algo que se quiere cortar de raíz. Consigas más actuales que nunca, como ‘el hijo del obrero a la universidad’, parecían cuestiones de otra época, reivindicaciones obsoletas puesto que ya se había conseguido terminar con la discriminación según el origen social. Esto último nunca había sido cierto del todo, pero el sistema ofrecía posibilidades reales de terminar estudios superiores a todos los estratos sociales, ya no será así. Como bien decía el lema de la última huelga general ‘quieren acabar con todo’, y la educación es una parte muy importante del ‘todo’.

Por eso mañana, ¡YO VOY! a la huelga educativa, es necesaria la unión de todos los sectores progresistas para detener los recortes, aunque  igual de necesario será recordar a más de alguna de las que nos acompañen en la huelga (básicamente al PSOE), que apoyando procesos como el Plan Bolonia o la Estrategia Universidad 2015, han sentado las bases perfectas para que los recortes actuales se practiquen con tanta impunidad.