sábado, 15 de diciembre de 2012

La generación de la incertidumbre


Soy uno más de los que el 7 de Abril del 2011 acudió a la manifestación de la recién creada plataforma Juventud sin Futuro para reivindicar los derechos que desde muy temprana edad nos han prometido desde todas las instituciones socializantes: una vivienda, un curro estable, unos servicios públicos de calidad, un fácil acceso a la cultura en su término más amplio; en definitiva los derechos que hacen que una pueda tener un proyecto de vida propio. En aquella manifestación sentíamos que estábamos en vísperas de algo grande, y efectivamente, fue la chispa que incendió el actual ciclo de movilizaciones emancipatorias, dando lugar un mes después a la gran demostración de poder popular que supuso el 15-M.

Hasta aquel entonces la Tierra era plana, y casi nos creíamos los calificativos despectivos con los que nos trataban los sectores vinculados a la oligarquía dominante del país, que tiene en su poder todos los medios de comunicación de masas. Los ni-nis, las que sólo se mueven por el botellón, la generación del pasotismo y la falta de valores, condenados a un infantilismo permanente e incapaces de valernos por nosotras mismas. Una mentira repetida miles de veces se convierte en una verdad, y la intencionalidad de proyectar esa imagen de la juventud era obvia, pararnos, callarnos, tapar nuestras bocas para que las verdades no saliesen disparadas con la fuerza de aquel que tiene la razón.

Al sistema le sobramos, nos dijeron que estudiando duro y aprendiendo idiomas tendríamos un porvenir asegurado, y una vez que hemos seguido el camino preestablecido nos encontramos con que el final es un callejón sin salida, “dicen FP o carrera pero nada de la mierda que te espera” rimaba el mc por excelencia del Hip-Hop nacional. Callejón sin salida que se traduce en datos escalofriantes, empezando por el 52% de paro juvenil, que deja un 48% restante en el cual la amplia mayoría soportamos trabajos mal remunerados, temporales y que no se corresponden con nuestro nivel de cualificación. A esto se le suma la devaluación de la alternativa por excelencia ante la falta de oportunidades de encontrar un curro, seguir estudiando. Mientras uno continua con sus estudios aplaza el problema de la inserción en el mercado laboral y lo hace adquiriendo conocimientos útiles para el futuro, pero la criminal subida de tasas académicas, especialmente en Universidad pero también en FP, hacen casi imposible que los jóvenes de la clase obrera puedan seguir adelante con su formación.

El elevado desempleo y el cada vez más inaccesible sistema de educación superior dejan tras de sí secuelas no tan fácilmente cuantificables y ocultadas por los medios de comunicación del régimen oligárquico: depresión, falta de autoestima, ansiedad, aumento del consumo de estupefacientes para evadir la realidad; situaciones duras que se pueden ver tanto en tú barrio como el mío. A otras ya no les vemos, porque nos empujan fuera del país,¿quién no tiene una amiga 'x' que se fue a currar de lo suyo a Reino Unido, o un amigo 'y' que se ha ido hace unos días a Berlín y no para de echar currículums en todas las tiendas y restaurantes? Más dramáticos si caben son los casos de chavales que se sumergen más en el pozo de la exclusión social a cada día que pasa, no terminaron los estudios pero en los años del 'boom' económico fueron encontrando trabajos para ir tirando, ahora llevan meses en el paro, ya sin prestación de desempleo, y han dejado incluso de mirar infojobs porque saben que cualquier búsqueda va a ser en balde.

Para nosotras planificar a medio y largo plazo es una quimera, en muchas ocasiones no sabes ni que horario vas a tener la semana que viene; somos las hijas de la incertidumbre. Incertidumbre por saber si te van a renovar el contrato, incertidumbre porque las horas van pasando y todavía no te han llamado de la entrevista de trabajo que hiciste hace unos días, incertidumbre porque dentro de una semana haces la maleta para irte al extranjero y no sabes que te deparará el porvenir una vez allí. Lo que nos toca vivir es jodido y no hay visos de solución para nuestros problemas dentro de una vorágine de cifras macroeconómicas, primas de riesgo, genocidios mercantiles y recomendaciones reaccionarias de la UE pidiendo más ajustes, pero ante este sombrío panorama yo me planteo ¿acaso lo tuvieron fácil quienes nos precedieron? Generaciones anteriores de trabajadores, de gente humilde, han sufrido hambre, guerra, la represión de la dictadura fascista, el atraso social y económico que ha caracterizado a España durante siglos, y sin embargo, a base de esfuerzo, de derramar sangre sudor y lágrimas, han trazado entre la maleza una senda que propició grandes mejoras para las condiciones de vida de las capas populares. El 7 de Abril y 15 de Mayo de 2011, el 14 de Noviembre de este año (día de las gigantescas manifestaciones contra el gobierno al calor de la Huelga General) sentí que estamos comenzando a trazar nuestro propio recorrido, recogiendo el testigo de todos aquellos que dieron su vida por la causa del bienestar de las mayorías.

Amigas, no cabe la resignación, tenemos que avanzar en la construcción del poder popular que nos conduzca al progreso social y a la emancipación como pueblo.






miércoles, 17 de octubre de 2012

Crisis económica, malestar social, erosión política


Crisis económica, malestar social, erosión política


No hace falta ser un científico social para afirmar que España atraviesa uno de los momentos más complicados de las últimas décadas;  cinco años después del inicio de la crisis económica no sólo no se atisba una salida a la misma, sino que las perspectivas apuntan a que lo peor no ha pasado y la recesión se mantendrá al menos hasta 2013[1]. La situación económica deja un panorama social alarmante, que se traduce en datos como la elevada tasa de desempleo, del 25,1% para la población general y del 53,28% en el caso de la población juvenil. De las más de cinco millones de personas en el paro un 52,2% son parados de larga duración, es decir personas que en su mayoría han agotado su prestación o subsidio de desempleo y se encuentran en una situación alarmante. En muchos casos, las personas en paro cuentan con una red de protección fundamentalmente familiar que les sirve de apoyo para hacer frente a la carencia de ingresos, sin embargo, según los datos de la encuesta de la EPA del segundo trimestre de 2012, el número hogares en los que ninguno de sus miembros obtiene ingresos asciende a 1.737.600, por lo que cada vez son más las personas sin esta red de ayuda.

Estos y otros preocupantes datos se traducen en historias personales de frustración y grandes dificultades económicas, se podrían hacer perfiles típicos que se repiten a lo largo de la geografía española; el obrero de la construcción que quedó en paro y por su edad y obsoleta cualificación ha quedado fuera del mercado laboral, el autónomo que perdió su negocio, la ama de casa que busca empleo porque su marido ha perdido el suyo, la joven licenciada que cada vez ve la inmigración como la única salida para tener un futuro digno, el pensionista que a su escasa retribución ha de restarle el pago de las medicinas del conocido como 'medicamentazo' y las ayudas a sus hijos en paro, los padres jóvenes que no tienen dinero suficiente para comprar el material escolar a sus hijos; podríamos agrandar bastante la lista enumerando situaciones de personas afectadas por la crisis y el descenso del empleo. La crisis económica ha deteriorado la salud de la sociedad española de forma vertiginosa y junto con millones de empleos también se ha llevado consigo el crédito (no excesivamente elevado) con el que contaban la clase política y las instituciones democráticas.

Hace tan sólo cuatro años el panorama social y político era bien distinto, la tasa de paro en el primer trimestre de 2008 fue de un 9,68%[2] (15,42 puntos menos que en la actualidad), mientras que la economía había crecido un 3,8% en 2007[3]. En el terreno político los resultados de las elecciones generales del 9 Marzo de 2008 bien podrían haberse interpretando como un 'fin de la historia' a la española, utilizando el desafortunado término de Fukuyama; las tendencias electorales apuntaban a una progresiva bipartidización de la vida política, ya que el porcentaje de votos obtenido por PP y PSOE en elecciones iba en constante aumento (78,68% en el año 2000, 80,30% en 2004 y un 83,79% en 2008), montado al galope en el  ciclo económico expansivo 1995-2008, en el cual la economía española creció de media un 3% anual. Proyectar ambas tendencias en el futuro conducía a la errónea hipótesis de que la España de la década 2010-2020 sería un país próspero, con un constante aumento de su riqueza y su bienestar social, y un sistema político centrista, con dos grandes partidos turnándose en el poder sin grandes diferencias de fondo; pero los pies de barro de nuestro sistema productivo no pudieron soportar el peso de la crisis mundial agudizada tras la quiebra de Lemman Brothers aquel luctuoso 15 de Septiembre de 2008. En unos años pasamos de jugar en la 'champions league' de la economía a pelear por evitar el descenso en la liga de los PIGS.

La percepción de que la clase política es incapaz de revertir el rumbo de la sociedad económica y los principales problemas del país (el paro, para un 79,3% y los problemas de índole económica para un 49,4% de los entrevistados por el CIS en el barómetro de Septiembre de 2012) han dado lugar a que la propia clase política aparezca entre los principales problemas del país, justo por detrás de los citados, con un 26,9%. En situaciones difíciles se espera que los dirigentes de los principales partidos políticos den respuestas efectivas a los problemas que acucian a la población, sin embargo la percepción ciudadana es que los pasos que se están dando caminan en el sentido contrario. Según el barómetro de clima social del mes de Octubre, publicado en el diario El País[4] un 68% de los entrevistados opinan que los recortes realizados por el gobierno central no están dando resultados ni parece que vayan a darlos en un corto plazo, frente a un 29% que confía en ellos. El malestar general por la forma en que desde las instituciones políticas se afronta la crisis es todavía más patente si tenemos en cuenta que un 91% de la población opina que la crisis la están pagando todos menos los más ricos y los bancos.

El descontento de la población se puede objetivar si se tiene en cuenta que el poder de las oligarquías financieras y económicas ha aumentado en los últimos años, y los políticos subordinados a sus intereses son incapaces de hacer que paguen las consecuencias del desplomamiento del sistema que ellas mismas contribuyeron a crear y de las cuales fueron sus máximas beneficiarias. El sector financiero fue generando una burbuja de riqueza ficticia generada a base de inversiones de alto riesgo y la búsqueda de riqueza a corto plazo, para ello se relegó el tradicional papel de la banca comercial, destinada a satisfacer las necesidades de la economía real, en favor de una arriesgada contabilidad financiera que se alejó paulatinamente de las necesidades del sistema productivo. El grifo de crédito fácil abierto por la banca generó un modelo de crecimiento basado en la acumulación de deuda, una deuda (fundamentalmente privada) que una vez ralentizada la economía resulta imposible de mantener. (Para más información consultar el estudio realizado por la fundación 1º de Mayo sobre la crisis global[5]).

Desde el establishment liberal se lanza el mensaje de que la deuda pública es la causante de la crisis económica, si bien en 2011 esta suponía un 68,5% del PIB, un porcentaje elevado pero lejos del más 200% de la deuda privada[6] (cifras que serían más dispares si tenemos en cuenta la trasferencia de deuda procedente del sector privado al sector público efectuada por medio rescates a la banca por parte del Estado). Los recortes se están efectuando para hacer a la deuda privada sostenible a costa de la reducción de un Estado de Bienestar que ya de por sí era escaso en comparación con el de otros países europeos (mientras que el PIB español llego a suponer un 94% del PIB de la media UE-15, el gasto social solo representaba un 72%[7]). Las recetas de austeridad en el gasto público, aparte de su dudosa eficacia (ya que parten de hipótesis macroeconómicas erróneas) no se combinan con otras posibles medidas que tienen escaso eco en los medios de comunicación; el citado estudio de la Fundación 1º de Mayo señala que una quita de un 20% de la deuda privada haría crecer un 0,8% el PIB, pero esa medida repercutiría directamente en los balances de los bancos y las grandes empresas ligadas a la especulación financiera.

De esto ha de deducirse que el descontento con la clase política sólo se mitigará si ésta comienza a tomar medidas que pongan el interés de la población y de la economía productiva por encima de los intereses de la especulación y el poder financiero. El estudio del clima social del mes de octubre muestra como  un 83% de los entrevistados estaría a favor de la puesta en marcha de medidas que reactiven la economía, un 47% de los entrevistados estaría a favor de subir los impuestos para mantener las prestaciones del Estado, mientras que un 31% preferiría evitar la subida aunque repercutiera en el conjunto de las prestaciones públicas. La diferencia porcentual entre ambas opciones de respuesta se agrandaría sensiblemente en el caso de que se preguntase explícitamente por una subida de impuestos a las rentas altas, o a las transacciones financieras, ya que previsiblemente parte del 31% de los reacios a la subida de impuestos habrán contestado pensando en que ésta les afectaría directamente.

Otro dato relevante que arroja el mismo estudio es que un 77% de los entrevistados apoya los argumentos de las convocatorias de la coordinadora del 25S. Argumentos que sin duda apuntan a la contradicción entre los intereses de los mercados financieros y los de la mayoría de la población, tal y como se puede comprobar en el manifiesto objeto de las movilizaciones:

Rodearemos el Congreso de los Diputados para rescatarlo de un secuestro que ha convertido a esta institución en un órgano superfluo. Un secuestro de la soberanía popular llevado a cabo por la Troika y los mercados financieros y ejecutado con el consentimiento y la colaboración de la mayoría de los partidos políticos. Partidos que han traicionado sus programas electorales, a sus votantes y a la ciudadanía en general incumpliendo promesas y contribuyendo al empobrecimiento progresivo de la población.

Tanto los indicadores sobre el empleo mencionados al principio del artículo como los datos obtenidos de las encuestas de opinión sirven para explicar lo que parece inevitable a tenor de lo expuesto, el desplome de los dos principales partidos, PP y PSOE. El 83,79% de votos obtenidos por la suma de ambos en 2008 cuatro años y medio después parece una cifra de ciencia ficción. En las elecciones generales, la suma porcentual del voto de ambos partidos fue de un 69,35% (44,62% para el PP y 28,73% para el PSOE), una pérdida de 14,34 puntos porcentuales en comparación con las anteriores elecciones generales. La caída sin embargo es notablemente mayor si lo comparamos con la intención de voto publicada en el sondeo de clima social de Octubre, dónde ambas formaciones suman un 53,8% de los votos (29,9% PP, 23,9% PSOE), 30 puntos menos que en 2008 y 16 puntos menos que en las elecciones generales de hace apenas un año. El Partido Popular está pagando el precio por los duros recortes que está ejecutando, la falta de perspectivas de mejora en la economía, y por el desengaño ciudadano ante un partido que como el mismo Mariano Rajoy reconoció, presentó un programa electoral falto de realismo[8]; mientras que el PSOE sigue siendo duramente castigado por su gestión en el gobierno, a la par que su estrategia de oposición 'blanda' al ejecutivo central no da ningún fruto en términos electorales.

La clase política está pagando las consecuencias de una crisis económica que no supo prever y tampoco está sabiendo gestionar, ya que al menos en los principales partidos, se tejieron unas alianzas con los círculos del poder financiero durante los años de bonanza que son incapaces de romper, condición necesaria para aplicar las políticas que la población reclama de forma mayoritaria. La percepción de que los bancos y los partidos políticos son los culpables de la crisis queda reflejada en el nivel de confianza que tienen entre la población, sólo un 9% dice confiar en los partidos políticos mientras que sólo un 11% dice confiar en los bancos. Puede afirmarse la crisis social y económica ha derivado en una crisis institucional al comprobar que el nivel de confianza en el Parlamento y en el Senado es sólo de un 16%. Muy lejos del 93% obtenido por los médicos y el 88% de la enseñanza pública, precisamente dos sectores que están pagando la crisis a un precio muy alto[9].



lunes, 21 de mayo de 2012

Desigualdad social y recortes en educación


La educación es uno de los pilares básicos de la sociedad, no hace falta ser un científico ni un académico para darse cuenta de su vital importancia. El sistema educativo es una proyección de la sociedad del futuro, la organización del mismo configura las habilidades y actitudes de las alumnas hacia un tipo de actividades u otras, se puede fomentar que surjan nuevas generaciones formadas, capacitadas para el manejo de las nuevas tecnologías y el conocimiento de las herramientas necesarias para una adaptación cualificada en la economía del conocimiento y la información, o se puede apostar por una formación de baja intensidad, un sistema que actúe como fábrica de trabajadoras precarias, poco cualificadas, condenadas al segmento del mercado laboral con mayores índices de paro y temporalidad, bajos salarios y constante rotación en los puestos de trabajo.

Según mi análisis, el modelo educativo que el pensamiento dominante neoliberal que se viene implantando en España en los últimos años es un híbrido entre ambos, ser encauzado hacia una vertiente u otra depende fundamentalmente de la procedencia social de las alumnas, fundamentalmente del origen socioeconómico, aunque también del origen étnico. Como dijo el sociólogo Pierre Bordieu “El origen social define las posibilidades de escolarización, determina los modos de vida y de trabajo completamente diferentes, es el único factor cuya influencia irradia en todas las direcciones…comenzando por las condiciones de existencia”. El gasto educativo por hija se multiplica a medida que los padres poseen mayores ingresos y  titulaciones académicas de mayor cualificación, siendo uno de los capítulos de gasto familiar que más diferencias presenta entre los distintos estratos sociales. Por otra parte, las hijas de padres con mayor capital cultural reciben una educación informal, que a pesar de no ser tan fácilmente medible, otorga a sus descendientes una mayor predisposición a hábitos que contribuyen al éxito escolar, como la lectura, o el interés por determinadas obras científicas y artísticas.

El  actual modelo educativo español condena a las hijas de las personas de las clases populares y trabajadoras a una desigualdad perpetúa, ya que no sólo no establece mecanismos para limar el déficit cultural que puedan tener con respecto a las hijas de personas de estratos sociales más altos, sino que aumenta la brecha, quedando configurado como un sistema dual. Un sistema privado-concertado para los descendientes de las clases altas y medias-altas, (potenciado a base de exenciones fiscales para los padres de los alumnos, o de regalos urbanísticos para los promotores de este tipo de centros) en el cual se ofrece a las estudiantes una educación basada en un alto nivel de enseñanza de lenguas foráneas y una inversión tecnológica por alumno elevada (de tal forma que se adquieren  las competencias más requieren las empresas para los puestos de trabajo con cierto grado de cualificación, idiomas e informática). Esto implica un relego de la educación pública a un segundo plano, una educación pública encargada de formar ciudadanas de segunda, masificada (sólo hay que ver el aumento de ratios hasta 30 alumnos por clase en secundaria, 36 en primaria y ¡42! en Bachillerato) y con medios menguantes, con un reciente recorte de unos 3.000 millones de euros a nivel estatal y superior a 200 millones de euros sólo en la Comunidad de Madrid.

La paulatina degradación de la educación pública es algo premeditado, ejecutado desde una clara visión política e ideológica y acelerada bajo la coartada de la crisis. El resultado es una educación ‘guettizada’, concebida como un servicio mínimo para las clases populares entre las que destaca un alto porcentaje de inmigrantes, sectores que por su nivel de renta no pueden permitirse el coste de centros privados. Con ello se fomenta que las rentas medias inviertan los cada vez menores excedentes presupuestarios domésticos en pagar centros privados y concertados a sus hijas. Las consecuencias sociales de este hecho son enormes, se pretende construir una clase media que aspire a la posición social de las clases dominantes, sometiéndola a enormes sacrificios presentes que teóricamente se derivarán en un ascenso social futuro (algo más que discutible viendo las perspectivas socioeconómicas de mi generación), de tal forma que ideológicamente se cree una alianza entre rentas medias y altas para perpetuar el sistema, rompiéndose el modelo progresista por el cual los servicios públicos son dotados de una calidad puntera que atrae no sólo a los sectores populares, sino a sectores de mayor poder adquisitivo,  creándose un efecto nivelatorio entre los distintos estratos sociales, que si bien no corrige las deficiencias de un sistema como el capitalista, basado estructuralmente en la polaridad social, las atenúa, ofreciendo una mayor igualdad de oportunidades a las personas procedentes de los estratos más desfavorecidos.

Las titulaciones y los centros de estudio con mayores conexiones con las estructuras del poder económico y político están en manos privadas, de tal forma que garantizan la reproducción social y el mantenimiento de los privilegios de las clases dominantes. Escuelas de negocios, cursos de idiomas avanzados, masters enfocados a la dirección y la administración del sistema productivo, grados de FP con un alto grado de carga tecnológica, son ejemplos de las titulaciones que garantizan una posición social alta. Para las alumnas con sus progenitores en paro o con trabajos poco cualificados, acceder a este tipo de formación es prácticamente una quimera, y más cuando entre los recortes educativos también se reduce el sistema de becas, que lejos de ser suficiente, constituye un importante mecanismo de compensación para aquellas alumnas talentosas y sin recursos.

Unos recortes que también plantean una importante subida de tasas en la Universidad Pública, y que ponen en peligro uno de los mayores logros sociales de España. Las luchas populares no sólo trajeron un régimen democrático ( con las limitaciones que observamos cada vez más a menudo) al país, sino que obligaron al Estado (tradicionalmente gobernado por la oligarquía que financió y organizó la dictadura fascista) a recuperar el tiempo perdido en el desarrollo del Estado de Bienestar, de tal forma que aumentó el gasto público en educación, y en cuestión de escasas décadas se pasó de un país con una tasa de licenciados universitarios exigua a un nivel porcentual equiparable al de los países económicamente más desarrollados de Europa Occidental. La victoria de los sectores populares se podía objetivar en el hecho de que muchas personas de la nueva hornada de licenciados procedían de familias mayoritariamente compuestas por obreros con ocupaciones basadas en el trabajo manual.

La subida de tasas, estimada aproximadamente en un 60% supone un freno para la matriculación de personas con pocos recursos, algo que se ve agravado en el caso de las alumnas que por necesidades económicas o de otro tipo no puedan dedicarse a estudiar a jornada completa, ya que el nuevo sistema de tasas penalizará de forma severa a aquellas estudiantes que se matriculen por segunda y sucesivas veces en una misma asignatura. Obligan a sacarse la carrera en los años estipulados y en primeras convocatorias, olvidando premeditadamente que en el rendimiento escolar no solo influyen factores de mérito y esfuerzo personal, sino también factores estructurales. En lo que se refiere a los estudios de postgrado, la brecha social aumentará enormemente, si  los masters y titulaciones similares eran ya ocupados mayoritariamente por personas de rentas medias-altas y altas (a mayor nivel de ingresos mayores posibilidades de alargar la vida académica), esta situación se agravará, ya que los precios de los mismos (altos de por sí) se quieren duplicar.

En conclusión, nos acercamos a un sistema que plantea una clara polarización social, un modelo regresivo que supone un retroceso de décadas en el sistema educativo español. La movilidad social, el ascenso personal de cohortes procedentes de las clases populares hacia clases medias y medias-altas fue uno de los mayores elementos de legitimación de los estados occidentales de la segunda mitad del siglo XX, algo que se quiere cortar de raíz. Consigas más actuales que nunca, como ‘el hijo del obrero a la universidad’, parecían cuestiones de otra época, reivindicaciones obsoletas puesto que ya se había conseguido terminar con la discriminación según el origen social. Esto último nunca había sido cierto del todo, pero el sistema ofrecía posibilidades reales de terminar estudios superiores a todos los estratos sociales, ya no será así. Como bien decía el lema de la última huelga general ‘quieren acabar con todo’, y la educación es una parte muy importante del ‘todo’.

Por eso mañana, ¡YO VOY! a la huelga educativa, es necesaria la unión de todos los sectores progresistas para detener los recortes, aunque  igual de necesario será recordar a más de alguna de las que nos acompañen en la huelga (básicamente al PSOE), que apoyando procesos como el Plan Bolonia o la Estrategia Universidad 2015, han sentado las bases perfectas para que los recortes actuales se practiquen con tanta impunidad.


domingo, 8 de abril de 2012

El ascenso del Frente de Izquierdas en Francia y la izquierda española.


Un fantasma recorre las elecciones presidenciales francesas, el fantasma de una izquierda renacida aglutinada en torno a un programa superador del neoliberalismo. La candidatura del Frente de Izquierdas (compuesto principalmente por el Partido Comunista Francés, la escisión del Partido Socialista Francés refundada en  el Partido de la Izquierda, miembros del movimiento ecologista y antiguas corrientes del hoy decrépito Nuevo Partido Anticapitalista y de otras formaciones minoritarias) experimenta un notable ascenso en los sondeos electorales publicados estos días, llegando a alcanzar un 15% de la intención total de voto. Tal resultado contrasta con la debacle que sufrió la izquierda hoy aglutinada en el Frente en las presidenciales de 20007, dónde la candidata del PCF(el Frente de Izquierda todavía no existía), Marie-George Buffet, obtuvo tan solo un 1,93% de los sufragios. Ante tal ascenso considero obligatoria una reflexión sobre el proyecto del Frente de Izquierdas y la relación que puede tener con el porvenir de la izquierda española.

Indudablemente el carisma de su candidato, Jean-Luc Mélenchon, es un importante refuerzo para la candidatura, fue ministro de Formación Profesional con Lionel Jospin como Primer Ministro, lo que le da una gran notoriedad pública (su caso recuerda al del ex-líder de la formación alemana Die Linke, Oskar Lafontaine, que pasó de ministro socialdemócrata a referente de la izquierda alternativa). Además, a su experiencia política se le suma una buena oratoria y una sólida formación intelectual, cualidades indispensables para cualquier estadista. Melénchon representa un activo para la izquierda francesa, la dota de cohesión y liderazgo, sin embargo el papel de una persona, por muy determinante que sea, no explica por sí sólo un proceso político.

El Frente de Izquierdas ha conseguido aunar en torno a un programa común a familias políticas que parecían condenadas a la desaparición , superando las diferencias que las separan (por ejemplo en el tema energético, dónde la postura pro nuclear del PCF difiere en gran medida de la de grupos de tendencia ecologista). Según Mélenchon la clave para lograr esta unión es la racionalidad concreta, buscar una solución con viabilidad técnica a la par que políticamente radical para cada problema. Este sistema programático parte necesariamente de un método inductivo, en el cual se deconstruyen las concepciones políticas preestablecidas para dar a luz colectivamente un discurso que dote a la izquierda transformadora de respuestas efectivas, respuestas que estén a la altura de los tiempos. Esta forma de elaboración es más útil que las negociaciones entre programas políticos cerrados y en ocasiones separados entre sí más por viejas disputas cainitas que por auténticas diferencias de fondo.

A pesar de su validez, la llamada a refundar el lenguaje de la izquierda no debe ser confundida con un cambio en los principios, en los valores básicos que la han guiado durante su historia, debe ser entendida como una adaptación de los mismos a las circunstancias concretas y al propio lenguaje que maneja la ciudadanía a la cual pretende ir dirigido el llamamiento al cambio. Esta estrategia es rebatida legítimamente desde grupos minoritarios de la extrema izquierda por  la hipotética pérdida de valores que conllevaría, pero creo que ese tipo de críticas caen en la fetichización del lenguaje. Éste no puede ser considerado como un fin en si mismo o como algo inamovible, al igual que las condiciones estructurales y superestructurales cambian, también ha de cambiar la forma de definirlas; aunque la dinámica destructora del capitalismo sigue siendo la misma a grosso modo, por lo que la voluntad de transformación de la izquierda también tiene que seguir siendo la misma que en décadas y siglos pasados. La LCR belga critica (en lo que parece un comunicado a la defensiva ante las malas previsiones de su referente Francés, el NPA, que previsiblemente no alcanzará el 1% de los votos) la falta de referencias en el discurso del Frente de Izquierdas a conceptos clave como socialismo, izquierda, derecha o clase obrera; en mi opinión estas referencias están implícitas en el programa del Frente.

El  programa  está consiguiendo recuperar parte del voto obrero y del voto joven, de los sectores más desfavorecidos por el sistema  que ante la crisis de la izquierda se han refugiado en gran medida en el populismo del Frente Nacional, partido de extrema derecha (no es casual que el Frente de Izquierdas le arrebate según las encuestas la condición de tercera fuerza política nacional). El discurso de Mélenchon apela frecuentemente al pueblo, al pueblo trabajador. El sujeto al cual se dirige su mensaje es amplio dada la vaguedad del término, pero ahí radica uno de sus principales puntos fuertes; la capacidad incluyente del mismo. Gracias a ello sobrepasa fronteras de etnia, edad o género, que no de clase, ya que hace una defensa firme de los derechos de los trabajadores frente al capital, lo cual delimita acertadamente la necesaria frontera de todo discurso político entre el ellos y el nosotros.  La división pueblo-capital es más eficaz que la división izquierda-derecha, con ello no se trata de desterrar la palabra izquierda ni caer en la ingenuidad de discursos ligados a sectores del 15-M que pretenden obviar la existencia de esta última división, sino de utilizar una dicotonomía más estructural, que al plantearse más en términos sociales  que políticos tenga una labor pedagógica para los numerosos obreros que han votado a la derecha. 

El discurso del Frente de Izquierdas crea de este modo un sujeto amplio al cual da una identidad histórica y nacional, otro elemento clave en la construcción de un sujeto político. Mélenchon no sólo llama a la insurrección ciudadana ante los actuales ataques  del capital sino que otorga a la misma  un sentido histórico, enmarcándola dentro de la historia  nacional francesa. Mélenchon traza una línea histórica desde la Revolución Francesa, pasando por la Comuna de Paris, las luchas por la igualdad social y de género, la resistencia al fascismo durante el siglo XX o la llegada al gobierno de Miterrand. Esto da lugar a un relato identitario que agranda la conciencia nacional en un sentido progresista y emancipador, creando la sensación al electorado de estar ante una fuerza capaz de gobernar el Estado, porque entre otras cosas sabe dar un sentido a su historia, algo fundamental para construir el futuro. Este patriotismo popular erosiona gravemente uno de los pilares básicos sobre los que se sustenta el populismo de extrema derecha sin necesidad de caer en un nacionalismo excluyente o contradictorio con el internacionalismo. El Frente de Izquierdas apela a un sentimiento nacional solidario con los pueblos ‘hermanos’ de Europa que están sufriendo la crisis financiera, especialmente con aquellos del sur del continente, lo que se retrotrae a la tradición de la Francia exportadora de los ideales de la ilustración a otros pueblos.

El Frente de Izquierdas también integra en su discurso dos elementos centrales que han marcado el desarrollo y las reivindicaciones de los movimientos sociales, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX: la igualdad de género y el ecologismo. Mélenchon afirma que la revolución ciudadana (concepto que coge del movimiento PAIS, que aupó a Rafael Correa como presidente de Ecuador) no es posible sin paridad, sin una estricta igualdad de género, la cual considera la más importante de las igualdades. Por otra parte, se desmarca del productivismo socialdemócrata, que liga la mejora de las condiciones de vida de la población a un necesario aumento del consumo y de la producción. Para Mélenchon es un error de la izquierda considerar que las capas populares deben igualar su nivel de vida al de los ricos (para tener un buen nivel de vida no hace falta vivir en la opulencia ni en el despilfarro), con ello rompe la idea que liga progreso a crecimiento económico, el frente de izquierdas apuesta por un modelo de racionalización del gasto de los recursos naturales para que no se destinen a actividades superfluas y el uso de los mismos no hipoteque la sostenibilidad del medio ambiente en el futuro.

Comparaciones con la izquierda española.

Una vez descritos algunos de los aspectos principales de la candidatura del Frente de Izquierdas, es útil compararla con su homóloga española, Izquierda Unida.

Una de las diferencias existentes entre ambas es el liderazgo, un dirigente político puede ser un activo o un pasivo para su organización, puede ayudarla a obtener apoyos, o ser un lastre para la misma. Como ya mencioné, el carisma Mélenchon refuerza al Frente de Izquierdas, la izquierda española no tiene líderes que sumen especialmente para la organización (tampoco creo que  resten de forma significativa), no hay ningún líder cuyo carisma y capacidad generadora de entusiasmo sea equiparable al de su ex-coordinador Julio Anguita.

El Frente de Izquierdas ha absorbido los apoyos de otras organizaciones de izquierdas (o al menos el de su base social), como el ya mencionado NPA, los verdes y partidos de izquierda minoritarios. Para la izquierda española esta cuestión no tiene la misma dimensión, ya que a diferencia de Francia, en España no existen fuerzas de izquierda alternativa reseñables a nivel estatal al margen de Izquierda Unida, no hay partidos verdes o anticapitalistas con representación parlamentaria ni apoyos sociales importantes, exceptuando los de Comunidades Autónomas concretas. La única amenaza por la izquierda en las últimas elecciones generales vino de la mano de la candidatura ecologista de EQUO, que tuvo unos resultados menores de los esperados, quedándose fuera del parlamento. Aún así, el Frente de Izquierdas es buen ejemplo para Izquierda Unida en el sentido de establecer diálogos programáticos con el resto de fuerzas sociales y políticas progresistas. Ya que uno de los problemas de Izquierda Unida es su dificultad para ampliarse hacia los movimientos sociales e integrar en su estructura a sus principales activistas, fruto en ocasiones del enrocamiento de parte de su núcleo dirigente (boicoteando de forma más o menos directa procesos de apertura a otros sectores, como la llamada Refundación).

Izquierda Unida cuenta con el hándicap de que una escisión por la izquierda en el PSOE parece improbable, a pesar de las medidas impopulares que llevó a cabo el gobierno de Zapatero durante la última legislatura, la disciplina de partido se impuso y apenas se escucharon voces disidentes. Algo distinto ocurrió en el PSF, desde dónde a partir de 2005, con el rechazo de una parte del partido a la Constitución Europea, se creó una importante corriente en contra de la deriva neoliberal dominante en el partido. Parte de esta corriente terminó escindiéndose, creando el Partido de la Izquierda, mencionado al comienzo del artículo y del que forma parte el propio Mélenchon.

 Aunque en mi opinión, la mayor diferencia entre la izquierda francesa y la española radica en su capacidad de construir un proyecto de estado progresista. Antes describí como el Frente de Izquierdas ha creado acertadamente una narrativa en torno a un sujeto amplio, el pueblo trabajador, o pueblo de izquierdas, y cómo da a ese sujeto un papel en la historia y una misión para el futuro en consonancia con ese papel. La izquierda española se muestra incapaz para lograrlo, no ofrece una visión del conjunto del país, no fabrica un relato identitario para el pueblo español, dejando esa tarea únicamente en manos de la derecha. Se me podrá contraargumentar con cierto criterio que la historia francesa es distinta a la española y no se puede extrapolar un modelo al otro. Si bien es cierto que las historias de ambos países tienen importantes diferencias entre sí,  esto no es un impedimento para crear un discurso patriótico progresista (algo que también hacen otras fuerzas políticas como el Partido Comunista de Portugal). Es cierto que España es una realidad plurinacional de mayor complejidad, pero ello no impide su propia existencia, principalmente porque la gran mayoría de los ciudadanos se considera en mayor o menor grado identificada con España (tal y como indican estudios sobre la cuestión, como el nº2455 del CIS, sobre Instituciones y Autonomías). Existen las bases históricas para crear un discurso destinado al pueblo español progresista, de hecho las alusiones a España fueron constantes en el PCE y otras fuerzas políticas hasta los años 80 aproximadamente. Este déficit es reconocido por el propio Julio Anguita, cuando afirmó en una entrevista al diario Público que ‘IU carece de un sentido de proyecto estatal’. Quizás las experiencias históricas del pueblo español hayan tenido menos repercusión para la historia universal que la Revolución Francesa o la Comuna de París, pero el republicanismo español con sus grandes aportaciones a la política y la cultura españolas (por cierto, es reseñable como Mélenchon cita a Antonio Machado en su mitin del 18 de Marzo en el Palacio de la Bastilla o como en su mitin en Tolouse hace escasos días saludaba al pueblo español y a la  ‘gloriosa’ bandera de la república, adjetivo que seguramente no se hubiera atrevido a poner un dirigente político español), las luchas por la democracia y la libertad que tuvieron lugar durante la dictadura franquista y la transición, las masivas movilizaciones en contra de la entrada de España en la OTAN, los multitudinarios actos de condena a los atentados del 11M de 2004 en Atocha y de la manipulación de la información sobre los mismos por parte del Gobierno de Aznar, o las movilizaciones ciudadanas contra los recortes sociales que se vienen recrudeciendo desde hace aproximadamente un año, constituyen parte del imaginario colectivo de la población española progresista, y son acontecimientos suficientes para trazar una línea histórica de lucha por la igualdad en torno a ellos.


Para concluir

Una vez expresadas mis reflexiones sobre el tema, sólo me queda desear el mejor resultado posible al Frente de Izquierdas, espero que su victoria sea un ejemplo para los pueblos de otros países. Parece que aquel que predijo el fin de la historia se equivocó, como dijo Salvador Allende, ‘la historia es nuestra, y la hacen los pueblos’ 

Fuentes consultadas:

Entrevista a Mélenchon, candidato de la izquierda francesa. http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article35839 

El avance de Mélenchon inquieta a los socialistas franceses.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/01/actualidad/1333299163_051887.html 

Elecciones francesas, Mélenchon, el tercer hombre (Mercedes Arrancibia)
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article35844 

Discurso de Mélenchon en la Plaza de la Bastilla, 18 de Marzo de 2012
http://www.youtube.com/watch?v=32A7WJtvPvA 

Méritos y límites del Frente de Izquierdas (LCR Bélgica)
http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=5010 

domingo, 18 de marzo de 2012

Estratos sociales e ideología

Las movilizaciones sociales que vienen sucediéndose en España desde el surgimiento del movimiento 15-M y la agudización de la crisis económica han generado nuevos discursos de retórica de izquierdas que vuelven a dibujar la sociedad  de forma dual: nosotras somos las de abajo, y venimos a luchar contra los de arriba, o nosotras somos el 99% y ellos el 1%. Estos discursos responden a un hecho político claro, los gobiernos nacional y autonómicos deciden realizar ajustes para salir de la crisis económica (aunque está por ver que sus recetas generen crecimiento económico) recortando  las prestaciones de nuestro incompleto Estado de Bienestar, disminuyendo el gasto público en general, y abaratando el precio del factor trabajo (es decir, reduciendo los derechos de los trabajadores) para  mejorar la competitividad de nuestra economía de tal forma que aumenten las exportaciones de nuestros productos de cara al exterior.

Por lo tanto, quienes defienden los mencionados discursos dualistas están armados de razones para hacerlo, pero yo quiero preguntarme, ¿Realmente estas percepciones son hegemónicas dentro de la sociedad? ¿Estos discursos son respaldados por amplios sectores sociales de la población?

Las cuestiones son difíciles de responder y requerirían de un estudio más detallado, pero analizando el cruce entre la variable de autoubicación ideológica(1)  y el tipo de empleo que tienen los entrevistados (o el último que tuvieron en caso de estar en paro) en el barómetro del CIS de Enero de 2012(2), nos encontramos con datos como los siguientes:

- Entre los técnicos profesionales científicos e intelectuales, un 32,6% se considera de izquierdas (casillas entre 1 y 4) y un 17,5% de derechas (casillas entre 7 y 10). Esto indica una mayor proporción de personas progresistas en este estrato, un estrato fundamental para dirigir los procesos de producción y administración del país. 

- Sin embargo en una categoría de estatus inferior, en los técnicos y profesionales de apoyo, las diferencias entre izquierda y derecha tienden a mitigarse, los autoubicados en la izquierda suponen un 31,1% mientras que se sitúan en la derecha suponen un 26,1%, la diferencia de 15 puntos porcentuales  del estrato anterior se reduce  a tan sólo 5 puntos . 

- Si pasamos a analizar a los estratos con ocupaciones que implican un trabajo manual se puede observar como la izquierda ha perdido terreno entre los artesanos y trabajadores cualificados de la industria, las posiciones de izquierda entre ellos representan un 31,1%, mientras que las de derecha un 26,4%. Una diferencia de un 4,7%  que parece irrisoria tratándose del estrato sobre el que tradicionalmente han descansado las bases del movimiento obrero, y por ende, de la principal fuerza motriz de la izquierda. En los operadores de maquinaria y montadores la diferencia entre los trabajadores de izquierdas (27,9%) y de derechas (17,8%) se mantiene con alto grado de significatividad,  un 10%.

- Aunque el dato que a mi juicio es más importante para entender muchos aspectos de la vida política de España es el siguiente: el 18% de los trabajadores no cualificados se consideran de izquierdas, frente al 26,4% que dicen ser de derechas, 8,4 puntos porcentuales de diferencia, sólo ocurre algo similar entre los directivos de empresas y de administraciones públicas (11,9% de izquierdas y  26,7% de derechas) aunque en este caso, la hegemonía de la derecha quedaría explicada por las posiciones estructurales de sus miembros dentro de los procesos productivos y administrativos.

Por lo tanto, dicotomizar la lucha entre la izquierda y la derecha en términos clásicos (o no tan clásicos) y dualistas tiene razón de ser interpretando indicadores macroeconómicos, y analizando las políticas neoliberales que se vienen practicando durante las últimas décadas, tal y como hago en mi primer artículo del blog, sin embargo, la interpretación de la situación que hacen los distintos actores sociales es distinta, y es sabido que las visiones subjetivas de los mismos tienen repercusiones fundamentales en el desarrollo social ulterior.

Las políticas sociales que han practicado las izquierdas durante el siglo XX han provocado una serie de mejoras irrebatibles que han repercutido especialmente en las capas desfavorecidas de la sociedad (aumento de la esperanza de vida, del nivel educativo y cultural, del poder adquisitivo, etc) Sin embargo, actualmente gran parte de estas capas, en algunos casos la mayoría de las mismas, reniega de los actores institucionales (partidos políticos de izquierda y sindicatos) que  han hecho posibles dichas mejoras. 

Atrás quedaron los tiempos en los que la izquierda aglutinaba a grandes masas de trabajadores manuales, principalmente de la industria o de sectores del transporte y las comunicaciones, actualmente las posiciones de izquierda son defendidas principalmente por profesionales con alto nivel intelectual que suelen tener una edad avanzada y constituyen el grueso de la administración de partidos políticos progresistas y sindicatos. O bien por jóvenes que aspiran a alcanzar las posiciones de clase media-alta correspondientes a su grado de cualificación, pero se encuentran con unos índices de paro y precariedad inauditos en la mayoría de países de la UE-15, y ante la incapacidad de las organizaciones de izquierda tradicionales para dar respuesta a sus problemas se organizan en movimientos emergentes como Democracia Real Ya o el 15-M(3).

Aunque no se debe desdeñar el peso que todavía continúan teniendo muchos sectores de las capas trabajadoras manuales dentro de la izquierda, a pesar del descenso del mismo, los trabajadores de izquierdas siguen siendo mayoritarios en muchos sectores, si bien los obreros con mayor grado de participación en los movimientos sociales y políticos (partidos políticos, sindicatos, asociaciones de vecinos) cuentan con una edad avanzada y no hay un reemplazo generacional suficiente para suplirles.

Ante esta debilidad estructural de las viejas organizaciones obreras, las capas más desfavorecidas por el modelo de desarrollo neoliberal viran paradójicamente hacia posiciones ultraconservadoras(4) buscando mantener el nivel de vida relativamente alto que han alcanzado en las épocas de crecimiento de la economía española. La tradicional creencia en que la derecha es más eficaz a la hora de gestionar los problemas económicos (según el barómetro del CIS de Octubre de 2011,un 40,2% de los entrevistados prefería al PP para gestionar la economía frente a un 21,1% que prefería al PSOE) y la mayor beligerancia del PP con la inmigración [ya que no hay que olvidar que los sentimientos antiinmigratorios son más frecuentes entre las capas más desfavorecidas(5)] son factores que explican el viraje a la derecha de dichas capas, un fenómeno que también se ha dado en la mayoría de países europeos, aunque en ellos  ha propiciado un gran aumento de los partidos de extrema derecha populistas, algo que no ha ocurrido en España.

Por lo tanto, las divisiones entre los de arriba y las de abajo o similares, pueden ser acertadas para movilizar a importantes segmentos de la población, pero no pueden ser utilizadas como términos analíticos si nos referimos a las posiciones ideológicas de la sociedad. Actualmente gran parte de la base social de la izquierda tiene (o tenía antes de la crisis) unos ingresos medio-altos y unas formas de vida acomodadas, mientras que la base social de la derecha se alimenta de un sector importante de personas que no alcanzan los ingresos mínimos para poder subsistir, como parados o jubilados con pensiones irrisorias. Más allá de los juicios de valor que se puedan emitir acerca de tales posturas, la realidad es esa, y por equivocados que puedan parecer ciertos posicionamientos, obedecen a causas fundamentadas en cierto grado.

La realidad en ocasiones es más compleja que los relatos ideológicos que han construido las narrativas identitarias de la izquierda durante el siglo pasado, es algo que debe ser asumido, y es imprescindible tenerlo presente a la hora de elaborar programáticamente alternativas basadas en principios tales como la justicia social, la solidaridad o el respeto a los derechos individuales y colectivos.

Notas:
(1)     Medida con una escala en la que 1 es extrema izquierda y 10 extrema derecha, siendo 5 y 6 el centro.

(2) Resultados obtenidos de los cruces según la variable de ideología política. http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/2920_2939/2927/Cru292700IDEOL.html


(3)     Con esta afirmación no quiero decir que la inmensa mayoría de los participantes en estos movimientos y plataformas sean de este perfil, pero si lo son la mayoría de sus representantes y portavoces, jóvenes con estudios universitarios y poca estabilidad laboral en su inmensa mayoría.

(4)    En este caso estamos ante un proceso dialéctico, ya que las capas populares abandonan su afinidad como consecuencia de su debilidad, y su vez dicho abandono agudiza su debilidad.

(5)     Véase CIS Estudio 2846. Actitudes hacia la inmigración

viernes, 6 de enero de 2012

La ortodoxia neoliberal y los recortes del Partido Popular

I. La ortodoxia neoliberal


Las ideologías y las teorías sociales son de gran utilidad, ya que nos ayudan a comprender la realidad en la que vivimos y a transformarla en un intento de subsanar sus problemas. Sin embargo, ninguna de ellas refleja la realidad de forma exacta, ya que inevitablemente necesitan simplificar en cierto modo su objeto de análisis para lograr operacionalizarlo. Por lo tanto, no pueden tomarse como una verdad absoluta e irrefutable, como algo monolítico y ajeno a las constantes modificaciones técnicas y sociales fruto del transcurrir de los acontecimientos. Cuando las élites responsables del gobierno y la economía de un país se aferran a sus convicciones ideológicas por encima de la realidad de los hechos, las consecuencias para su población suelen ser desastrosas. Esto ocurre en la actualidad, las principales instituciones políticas y financieras globales están controladas por tecnócratas garantes de la ortodoxia neoliberal, que hunde sus raíces en la denominada ‘revolución conservadora’. Estas élites son ajenas al control democrático de la población afectada por sus decisiones.

La caída de las economías estatales planificadas del bloque comunista otorgó la hegemonía intelectual al pensamiento neoliberal, que ya se encontraba en auge desde la década de los años setenta del siglo pasado, tras la llamada ‘revolución conservadora’, propiciada por la llegada al poder del gobierno Ronald Reagan en EEUU, y el Margaret Thatcher en el Reino Unido. Sus principales medidas fueron hundir los salarios, disminuyendo su peso en el conjunto de la renta nacional de sus respectivos países en beneficio de las rentas del capital, disminuir los impuestos a los ricos para incentivar la inversión, y privatizar las principales empresas del sector público estatal. Estas decisiones políticas se sustentaban en la teoría de que el excesivo peso de los salarios en el conjunto de la renta nacional y la rigidez del sector público, coartaban a los grandes empresarios a la hora de realizar inversiones, debido a los altos costes laborales y los elevados impuestos que debían pagar al Estado. Según su teoría, el gran peso del sector público lastraba la economía, ya que la gestión de los recursos bajo su control era ineficiente (premisa que confunde los problemas organizativos propios de toda organización burocrática con el hecho de que la ineficiencia sea esencial a toda gestión pública, algo que no se corresponde con la realidad).

Estos postulados dogmáticos eran presentados como puramente científicos y neutrales, su aplicación era defendida argumentando que producirían un crecimiento económico que de forma inmediata beneficiaría a las grandes rentas, pero que a largo plazo, el aumento de las mismas tendría efectos beneficiosos para el conjunto de la población, ya que la inversión generalizaría la creación de empleo. Lo cierto es que tras esa aparente racionalidad de las medidas se ocultaban los intereses de las clases dominantes, que distaban mucho de buscar el bien común, ya que el crecimiento económico que produjeron en su momento tuvo efectos negativos para las clases medias y populares.

En primer lugar, la privatización de empresas públicas supuso la pérdida de millones de puestos de trabajos estables y de calidad, que además de sus efectos sociales positivos, ayudaban a aumentar la demanda mediante las rentas que originaban. Por otra parte precarizó los servicios públicos que constituían la base del Estado de Bienestar, la sanidad y la educación públicas. Estos servicios, junto con las prestaciones sociales (paro, pensiones de jubilación y de otros tipos), suponen una mayor igualdad de oportunidades entre las distintas clases sociales, algo especialmente beneficioso para las personas procedentes de las capas más modestas, ya que ayudan a su desarrollo humano y profesional, lo cual también tiene efectos positivos sobre la economía a medio y largo plazo, debido a que que el dinero utilizado para estos fines supone una inversión, no un gasto.

En segundo lugar, la disminución de las rentas del trabajo en el conjunto de la renta nacional supuso una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, que fue acompañada por una mayor inestabilidad laboral. Las modalidades de contratación fueron flexibilizadas aumentando la temporalidad y los salarios bajos, y reduciendo las prestaciones sociales como la indemnización por despido o las propias prestaciones y subsidios por desempleo. Es cierto que determinados cambios en el sistema productivo debidos a la emergencia de nuevos sectores, principalmente pertenecientes al sector servicios, exigen una mayor movilidad y predisposición al cambio por parte de los trabajadores, pero ello no tiene que ir acompañado necesariamente por una degradación sistemática de sus derechos.

En tercer lugar, el previsible el aumento de la inversión privada fruto de la bajada de impuestos no se produjo mayoritariamente en la economía productiva, es decir, en la economía de bienes tangibles, en la que genera riqueza material y puestos de trabajo. La inversión fruto del beneficio de una parte del capital de las empresas de bienes y servicios, y del ahorro de las personas (mediante la mediación de los bancos) es invertida en comprar activos financieros que los inversores institucionales compran y venden para generar plusvalías en beneficio de sus clientes(1), creándose de esta forma una riqueza ficticia que no tiene sustento en una base material, y cuyo descontrol es causante de la crisis económica mundial.

Estos hechos socavaron los pilares del Estado de Bienestar, rompiendo de esta forma el pacto social entre las rentas del capital y las rentas del trabajo surgido en Europa Occidental tras la II Guerra Mundial, por el cual, las rentas del trabajo renunciaban a una revolución de carácter marxista, que diera el control de los medios de producción a las mismas, a cambio de un modelo de economía mixta, en el que se reconocía la iniciativa privada como parte esencial de la economía, pero el Estado participaba también de la misma mediante su control de los servicios públicos, de los recursos estratégicos (transporte, energía, comunicaciones) y la redistribución de la riqueza a través de unos sistemas fiscales progresivos, en los que las rentas más altas contribuían en mayor proporción a las arcas públicas.

             II. Los recortes sociales del Partido Popular

En España, al igual que en el resto de Europa, el gobierno intenta sacar al país de la crisis con las mismas recetas neoliberales que la han provocado, algo evidentemente contradictorio. Para ello va a efectuar un recorte de 36.000 millones de euros con el objetivo de reducir el déficit del Estado. El argumento estrella de los neoliberales para justificar el segundo gran recorte desde que empezó la crisis (allanado por el realizado durante el gobierno de José Luis Zapatero en 2010, cuyas principales medidas fueron el recorte de sueldo a los funcionarios, el retraso de la edad de jubilación y la subida del IVA) es simple, las cuentas del Estado son insostenibles porque al igual que cualquier agente económico, no puede gastar más de lo que ingresa de forma indefinida. Esta afirmación, si bien cierta, pasa por alto cuestiones importantes por las cuales los ingresos estatales han disminuido en los últimos años.

La primera de ellas es la reducción de impuestos a las clases altas, mediante medidas como la eliminación del impuesto de patrimonio, la reforma del impuesto de sucesiones o las rebajas fiscales a las personas que ingresan más de 120.000 euros al año. Solo con que el Estado recuperase los tipos impositivos vigentes en la época anterior al primer gobierno estatal del Partido Popular (anteriores a 1996) podrían evitarse gran parte de los recortes sociales que estamos viviendo, y el aumento de impuestos directos que castigan más a las capas más desfavorecidas, ya que al extraerse del consumo bienes y servicios, gravan con el mismo porcentaje tanto a las rentas más altas como a las más bajas.

En los discursos conservadores y de la mayoría de los medios de comunicación no aparece el elevado fraude fiscal existente en España. Un fraude superior al de la media de países de la Unión Europea, según explica el profesor Vicenç Navarro, el 71% del fraude fiscal en España las grandes fortunas, y las empresas que facturan más de 150 millones de euros al año, este fraude se calcula en 44.000 millones de euros(2). Con un reforzamiento de las inspecciones de hacienda y un cambio en su política de actuación, que actualmente dedica más esfuerzos a combatir el fraude a pequeña escala, no sería necesario el recorte que anunció el flamante gobierno conservador hace unos días.

Un recorte que castiga mayormente a las rentas del trabajo, las que menos han participado de los años de bonanza económica vividos en España en el periodo 1995-2008. Al igual que en el resto de países de la OCDE, los trabajadores han ido perdiendo peso en la economía, desde 1994 a 2006, el poder adquisitivo de los salarios cayó un 5,94%, mientras que su peso dentro del conjunto de la renta nacional un 7,98% (porcentaje que ganaron las rentas del capital) (3) . Sin embargo, la reciente subida de impuestos del gobierno de Rajoy carga mayormente su peso sobre los trabajadores, las rentas del trabajo, vía subida del IRPF aportarán 4.100 millones de euros más que hasta ahora, mientras que las rentas del capital sólo se verán gravadas con 1.200 millones de euros más. Además se congela el salario mínimo interprofesional, manteniéndolo en 641 euros, muy por debajo de la media europea, esta medida supondrá una presión a la baja para el precio del trabajo. Medidas como esta hacen palpable la estrecha conexión entre las grandes fortunas y empresas del país y el establishment político dominante. El mejor reflejo de esta alianza es el nombramiento del nuevo Ministro de Economía, Luis Guindos, ex responsable de Lehman Brothers (banco cuya quiebra supuso el comienzo de la crisis) en España y Portugal.

Otra de las medidas más importantes de este paquete de recortes es el aumento de la jornada laboral base a los funcionarios, pasando de 35 a 37,5 horas semanales, mientas que su sueldo se congela, lo que significa una pérdida de poder adquisitivo debido a la inflación. Además, se congela la reposición de los trabajadores público, de tal forma que los que se jubilen no serán reemplazados, solo se autoriza un 10% para policías, ejército, sanidad y educación. Para defender esta medida, se esgrime que el sector público en España tiene un peso excesivo, y por lo tanto, debemos ajustarlo a la medida de nuestras posibilidades. Pero la realidad es que en España, el porcentaje de trabajadores públicos es menor que en otros países europeos, esto se deriva del escaso desarrollo de su Estado de Bienestar. En otros países el porcentaje de trabajadores dedicados a servicios sociales, sanidad, educación y dependencia es más alto, especialmente en los países nórdicos, lo que además de unos servicios públicos de calidad permite una mayor incorporación de la mujer al trabajo, ya que estos sectores son de una composición por género mayoritariamente femenina. Por lo tanto, para converger con el nivel de vida de la UE-15, es necesaria una mayor inversión pública en los sectores mencionados. Las nuevas medidas del Partido Popular también incluyen la paralización de las ayudas a las personas con una dependencia moderada, esto supone un duro revés al sector que es considerado como cuarto pilar del Estado de Bienestar, y que precisamente en España se encuentra en fase embrionaria, ya que comenzó a rodar tras la aprobación por parte del PSOE y del resto de fuerzas parlamentarias a su izquierda de la Ley de Dependencia, en el año 2006.

Aparte de los grandes recortes en el sector público, el otro gran punto en la recién descubierta agenda política del Partido Popular (en campaña electoral apenas se supo nada de ella) es la reforma laboral. Una reforma que previsiblemente se basará en los siguientes ejes: moderación de los salarios, flexibilización de las modalidades de contratación y disminución de las indemnizaciones por despidos. Con ello se pretende reducir los costes laborales para hacer a las empresas españolas más competitivas, ya que según los argumentos neoliberales, el elevado peso de los salarios y las cotizaciones sociales impide a las empresas competir en los mercados. Con este argumento, otra vez más, el pensamiento conservador dominante se olvida interesadamente de aspectos importantes de la cuestión. La competitividad de una empresa no solamente depende de los costes laborales, hay otros factores que influyen tanto o más, especialmente los cualitativos, la calidad, la originalidad o la carga tecnológica transmitida a los artículos producidos, es ahí donde los grandes empresarios españoles hacen la vista gorda. Tradicionalmente el empresariado español apostó por un modelo productivo basado en la imitación, no se dedicó a vender ideas, sino manos, no se dedicó a investigar patentes y nuevas tecnologías, sino a importarlas, ello suponía beneficios más fáciles y a corto plazo, ya que la inversión productiva es más costosa, y su semilla tarda más en germinar y dar frutos. Es por ello que el sistema económico alemán es más productivo que el español con unos salarios más altos. Estos salarios se corresponden con puestos industriales y de servicios de alta cualificación, que exigen una mano de obra especializada, en este modelo los trabajadores no son un simple coste laboral, sino un capital humano indispensable para el desarrollo de la empresa, lo que a su vez permite unas relaciones laborales menos jerarquizadas y más democratizadas.

Por último, no hay que pasar por alto la hipótesis según la cual, los recortes sociales y el equilibrio presupuestario devolverán la confianza a los mercados, para que estos abran el grifo del crédito y se vuelva a relanzar la economía. Sin embargo, la confianza sigue sin aparecer(4), Zapatero defendió su ola de recortes en Junio de 2010 diciendo que tranquilizaría a los mercados y permitiría reducir la presión sobre la deuda soberana, sin embargo, algo más de un año después, en Julio de 2011, la prima de riego de la deuda había subido desde niveles inferiores a los 300 puntos con respecto el bono alemán, hasta casi llegar a los 500. ¿Es esa la confianza que otorgan los recortes? Los mercados parecen insaciables, y cuando en un estado se producen ajustes, aseguran que no son suficientes, que hacen falta más.

Por lo tanto, ¿no será este un camino incorrecto para salir de la crisis?

Álvaro Alonso.

Referencias:
1 Armando Steinko: Izquierda y Republicanismo,  el salto a la refundación. ED. Akal Pensamiento Crítico (2011)

2 Vicenç Navarro: Fraude fiscal y gasto público. El Periódico (28-8-2008)

3  Vicenç Navarro, Juan Torres, Alberto Garzón: Hay alternativas (2011)

4 Paul Krugman: Cuando la austeridad falla. El País (24-5-2011)